Mozart llevaba más de tres años apartado de la ópera hasta que, su jefe, el emperador José II le encargó la composición de una ópera bufa. El problema era que debería ajustar muy mucho el presupuesto, las guerras contra los turcos habían dejado las arcas del tesoro en las últimas. Nuestro genio particular tuvo que reducir personajes y llevar la puesta en escena al mínimo posible. Pero claro, hablamos de Mozart. Lo que consiguió con estos escasos mimbres fue un cesto de dimensiones extraordinarias.

La obra, anunciada como bufa, lo es solo en la superficie. El fondo de la trama trata muy seriamente cuestiones tan importantes como la fidelidad conyugal.

Lorenzo Daponte entregó a Mozart un libreto amargo y desencantado donde bajo la belleza de la música, se está negando la posibilidad de disfrutar del verdadero amor y se aconseja a los amantes la resignación y lidiar como cada uno pueda con las pasiones de la vida.

Hablando, hablando, no nos hemos dado cuenta de que ya está la orquesta atacando los primeros compases de la obertura.