Fabián Harari, en su columna semanal en NdR Radio, habló sobre los debates que están actualmente en la escena pública argentina. Escritos sobre el aire, se presentan como tema del día: la moratoria, la reforma judicial y el pico de contagios producto del coronavirus. Este último problema refleja que lo que parecía, en su momento, una estrategia preventiva y acertada de Alberto Fernández frente a otros países, es en realidad un fracaso. Cuando todavía no había terminado el verano endureció las medidas preventivas frente al Covid – 19. Y ahora que estamos en invierno atravesando el pico de casos, está obligado a flexibilizar la cuarentena. Esto provocó que se dispararan los contagios. El gobierno asumiendo esta política buscaba no hacerse cargo del gasto político del ajuste.
El otro punto que está siendo discutido es la “moratoria para todes”. Un país que va a un déficit fiscal entre el 8 y el 10% del Producto Bruto Interno (PBI) realiza una moratoria entregando más plata a los empresarios. No se sabe cuál va a ser el efecto real de esta medida porque es una constante en la historia argentina que no salva a los empresarios de las quiebras ni de la ineficiencia. Por su parte, el problema de la reforma judicial puede ser catalogado como una distracción necesaria. Actualmente no existe nadie que este abogando por una transformación de este estilo. En principio, la propuesta empieza por una necesidad de Cristina Fernández y tiene como objetivo sacarle causas. Pero, se extiende a un viejo proyecto del 2004 de Gustavo Béliz y a un intento de acercar a la oposición. Por un lado, existe un sector de la oposición que no quiere la reforma porque no quiere que la vicepresidenta aparezca lavada de causas judiciales y que recaigan sobre Mauricio Macri. Por otro lado, hay un sector que se está desligando del macrismo y ve el proyecto judicial como una oportunidad para incluir fiscales y jueces.
El columnista explicó que el problema elemental, que toca el corazón de la política burguesa en Argentina, es que no existe una política de Estado porque no hay disciplina. Y esto se debe a que no existe un control porque faltan partidos. La política burguesa es un conjunto de personas que arman estructuras muy endebles en torno a personalidades: cristinismo, albertismo, macrismo. No existe un colchón, una tela que amortigüe todos estos problemas. La persona que hoy está al lado tuyo, mañana te puede traicionar y no hay una forma de someterlo a una disciplina. Esto es un partido burgués. Carecen de estructuras y, desde el 2001, sólo tienen pactos, que lo único que requieren para formarse es que haya plata.