La película Robot de compañía plantea una crítica social y una reflexión ética sobre el uso de la tecnología para satisfacer las necesidades afectivas y sexuales de los seres humanos. Algunos de los aspectos que se abordan son:

La soledad y el aislamiento: La película muestra cómo los personajes recurren a los robots de compañía para llenar el vacío que sienten en sus vidas, sin importarles las consecuencias que esto pueda tener para sus relaciones reales con sus parejas, familiares o amigos. Los robots se convierten en una forma de escapar de la realidad y de evitar el compromiso y la responsabilidad que implica el amor verdadero. La película cuestiona si esta es una solución válida o una forma de alienación y dependencia.

El consumismo y la mercantilización: La película denuncia cómo la industria de los robots de compañía se aprovecha de la vulnerabilidad y la insatisfacción de las personas para venderles un producto que promete ser la solución a todos sus problemas. Los robots se presentan como objetos personalizables, adaptables y desechables, que se pueden comprar, cambiar o devolver según el gusto o la conveniencia del cliente. La película critica la falta de ética y de respeto que hay detrás de este negocio, que reduce a los robots a meras mercancías y a las personas a simples consumidores.

La tecnología y la humanidad: La película reflexiona sobre los límites y las implicaciones de la inteligencia artificial y la robótica, especialmente en el ámbito de la afectividad y la sexualidad. Los robots de compañía son capaces de simular emociones, personalidades y comportamientos humanos, lo que genera confusión y dilemas morales en los usuarios. La película plantea si los robots pueden llegar a ser sujetos de derechos y de deberes, si pueden tener conciencia y voluntad propia, y si pueden establecer vínculos genuinos con los humanos. La película también se pregunta qué significa ser humano y qué nos diferencia de las máquinas.