El apóstol Pablo nos llama a vivir una fe genuina, no una versión superficial o aparente. En un mundo lleno de imitaciones —de amor, de espiritualidad, de moralidad— los cristianos estamos llamados a reflejar la autenticidad de Cristo. El verdadero amor no es una emoción ni una fachada, sino una vida que cumple la ley de Dios sirviendo al prójimo. Pablo nos exhorta a despertar del letargo espiritual y a dejar atrás las obras de las tinieblas, para vestirnos de la luz del Señor.