Las leyes por sí solas no cambian la mentalidad de las personas. El Código de las Familias es un punto de partida en esa lucha para cambiar esquemas y estructuras discriminatorias, que históricamente han vulnerado a muchas personas, como aquellas cuya sexualidad se aleja de la heteronorma. Que el amor sea ya ley es una oportunidad que, para que sea aprovechada en función de la felicidad y la dignidad humana, requiere de la participación de todas y todos.