Números 20: La fatal imprudencia de Moisés.
Números 20:1-13 RVA2015:
Toda la congregación de los hijos de Israel llegó al desierto de Zin, en el mes primero, y el pueblo acampó en Cades. Allí murió María, y allí fue sepultada. Como no había agua para la congregación, se reunieron contra Moisés y Aarón. El pueblo contendía contra Moisés diciendo: —¡Ojalá nos hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante del SEÑOR! ¿Por qué has traído la congregación del SEÑOR a este desierto, para que muramos aquí nosotros y nuestro ganado? ¿Por qué nos has hecho subir de Egipto para traernos a este lugar tan malo? Este no es un lugar de sembrados ni de higueras ni de viñas ni de granados. ¡Ni siquiera hay agua para beber! Moisés y Aarón se fueron de delante de la congregación hasta la entrada del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros. Entonces se les apareció la gloria del SEÑOR. Y habló el SEÑOR a Moisés diciendo: —Toma la vara, y tú y Aarón tu hermano reúnan a la congregación y hablen a la roca ante los ojos de ellos. Ella dará agua. Sacarás agua de la roca para ellos, y darás de beber a la congregación y a su ganado. Moisés tomó la vara de delante del SEÑOR, como él le había mandado. Luego Moisés y Aarón reunieron a la congregación delante de la roca, y él les dijo: —¡Escuchen, rebeldes! ¿Sacaremos para ustedes agua de esta roca? Entonces Moisés levantó su mano y golpeó la roca con su vara dos veces. Y salió agua abundante, de modo que bebieron la congregación y su ganado. Luego el SEÑOR dijo a Moisés y a Aarón: —Por cuanto no creyeron en mí, para tratarme como santo ante los ojos de los hijos de Israel, por eso ustedes no introducirán esta congregación en la tierra que les he dado. Estas son las aguas de Meriba, porque allí contendieron los hijos de Israel contra el SEÑOR, y él manifestó su santidad entre ellos.
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Aquí vemos un capítulo con una sensación agridulce.
Primero vemos al pueblo, una vez más, quejándose en el desierto al pasar por la necesidad de agua. Moisés viene ante la presencia del Señor, y el Señor le ordena hacer un milagro que nunca él había hecho delante del pueblo.
Dios fue específico al decirle a Moisés que le hable a la roca dándole la orden y la roca brotará agua.
Ese milagro era parecido a uno que al principio Moisés hizo y fue cuando le pegó a la roca con la vara. Esta vez debía solamente hablarle.
Moisés, frustrado por la actitud de ellos y seguro que Dios podía darles agua de la roca, toma la decisión equivocada de golpear la roca dos veces.
Aunque Dios les concedió el milagro de brotar agua de la roca, el Señor se disgustó con Moisés por su actitud desafiante a la orden del Señor. Moisés se dejó llevar por la mala actitud del pueblo y lo hizo con una actitud incorrecta. En ese momento ya no era el Moisés que con mansedumbre quería que Dios se glorificara en el pueblo. En cierta forma lo hizo quitándole la gloria a Dios al decir "¿Sacaremos para ustedes agua de esta roca?" Asumiendo que eran ellos los que tenían la potestad de hacerlo.
Es por eso que cuando Dios te da un don o un ministerio espiritual, nunca debemos actuar como si fuera nosotros mismos los que hacemos las cosas que se hacen con los dones de Dios. Nunca debemos quitarle el mérito a Dios.
Cuando uno sirve al Señor, Dios hace cosas grandes con esa persona que se pone en las manos de Dios como un vaso útil. Uno sabe que Dios es el que le da a uno la gracia, el conocimiento, la autoridad, el talento. El problema es cuando uno se va apropiando de los logros y el impacto grandioso que uno encuentra en la presencia de Dios.
Tengamos cuidado de olvidar de donde proviene la fuente de la bendición y a quién servimos. No olvidemos que solo somos instrumentos en las manos de Dios y que el único que debe ser glorificado es Él.
Al final, Moisés y Aarón perdieron el privilegio de entrar a la...