El tiempo perfecto de Dios no depende de sentirnos preparados o de que todo esté en su lugar. Estar en el tiempo de Dios significa confiar en Él y actuar en obediencia, incluso cuando las circunstancias parecen caóticas. No esperemos a sentirnos listos, sino que debemos confiar en que Dios ya ha puesto su milagro dentro de nosotros y que este es el momento para llevarlo a cabo. Vivir en el tiempo de Dios implica caminar sobre las aguas, confiando en su palabra y avanzando hacia el futuro que Él tiene preparado para nosotros. No esperemos a que las cosas sucedan, sino que seamos nosotros quienes las hagamos realidad y traigamos el futuro al presente.