En esta segunda parte del fundamento del arrepentimiento de obras muertas, descubrimos cómo incluso acciones como ayunar, orar, diezmar o enseñar pueden volverse infructuosas si no nacen de un corazón recto delante de Dios. A través de las Escrituras, aprendemos a discernir entre lo bueno y lo que verdaderamente agrada al Señor. Es tiempo de desechar toda apariencia y vivir una fe con frutos verdaderos