Salmos 26:1-12 RVA2015:
Hazme justicia, oh SEÑOR, porque yo en mi integridad he andado. Asimismo, he confiado en el SEÑOR; no vacilaré. Examíname, oh SEÑOR, y pruébame. Purifica mi conciencia y mi corazón; porque tu misericordia está delante de mis ojos, y camino en tu verdad. No me he sentado con los hombres falsos ni tengo tratos con los hipócritas. Aborrezco la reunión de los malhechores; nunca me he sentado con los impíos. Lavaré mis manos en inocencia e iré alrededor de tu altar, oh SEÑOR, para proclamar con voz de agradecimiento y contar todas tus maravillas. Oh SEÑOR, he amado la habitación de tu casa, el lugar de la morada de tu gloria. No recojas mi alma junto con los pecadores ni mi vida con los hombres sanguinarios, en cuyas manos hay infamia y cuya mano derecha está llena de soborno. Pero yo andaré en mi integridad; redímeme y ten misericordia de mí. Mis pies se han afirmado en suelo llano; en las congregaciones te bendeciré, oh SEÑOR.
Esta es una de las oraciones más sinceras y transparentes del salmista. Como ya lo he explicado anteriormente en otros salmos, este salmo es una combinación de clamor por justicia. También le pide a Dios, exponiendo sus actos de justicia e integridad, pero no para reclamarle al Señor la bendición por sus propias obras, sino como una demostración de una entrega genuina de alguien que quiere agradar a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerzas.
Sus convicciones y su conciencia clara de su forma de vivir son tan fuertes y transparentes que le abre la puerta de su corazón al Señor para que lo examine y se dé cuenta que el salmista ha vivido bajo el temor de Dios, amándolo, respetándolo y venerándolo cada día de su vida.
Uno de los ejemplos que el salmista le expone al Señor de su forma de vivir es que nunca se ha asociado con personas que hacen maldad y que planean injusticias en contra de su prójimo, y tampoco ha participado en planes malévolos para dañar a otras personas.
Uno de los ingredientes que el salmista procuraba guardar en su corazón es la INOCENCIA. Espero que todos podamos aprender del salmista, que es supremamente importante el NO abrirle la puerta de nuestra mente y corazón a las experiencias de maldad. La inocencia es un ingrediente que es menospreciado últimamente. Muchos jóvenes sufren la burla de sus amigos porque rechazan envolverse en prácticas nocivas como la pornografía que entran por los ojos y dañan la mente, destruyendo la inocencia y el alma temerosa de Dios. Aunque se burlen de ti y te digan que eres un ignorante o un mojigato o santurrón, sigue guardando tu corazón puro y limpio. En el momento se burlarán y te menospreciarán, pero después le darás gracias a Dios por no haber tocado la suciedad. Si en algún momento te salpican las impurezas en las vestiduras blancas de tu alma, ven al altar de Dios para que el Señor te limpie con Su sangre; y por favor, nunca pierdas ese amor y anhelo por estar en el altar de Dios. No hay placer mundano que se compare al placer de estar en la gloria de Dios.
El salmista disfrutaba cada vez que llevaba su ofrenda para que los sacerdotes intercedieran por él, y él allí alcanzaba a sentir la presencia de Dios. David como rey le daba la gloria a Dios delante de todos los que estaban presentes del pueblo de Israel, dando ejemplo a los demás de que no importaba si él era el ungido rey de Israel; él siempre demostró humildad rindiendo tributo y honor al Señor todo el tiempo.
Así que no pierdas la inocencia, no te asocies con los malos para que puedas presentarte al Señor con la cabeza en alto, sabiendo que has sido un hijo de Dios ejemplar.
Considera:
¿Estás asociado con personas que no tienen respeto ni temor de Dios?
¿Vives una vida íntegra como el salmista lo declaraba?
¿Te deleitas en la presencia de Dios y lo alabas con todo tu corazón sin sentir vergüenza?
Soy tu amigo y hermano Eduardo Rodríguez. Que el Señor Jesús escuche tu...