Hay un 8M por cada mujer. Uno por cada día del año. Para las mujeres con discapacidad la lucha por la igualdad se antoja, si cabe, un reto aún mayor que para el resto de las mujeres. Una batalla constante contra la adversidad que, pese a las dificultades, se salda con el triunfo de llegar a ser lo que ellas quieren. Sin más alardes, ni banderas, ni pancartas, ni arrogancias. Mati, Érika, María José y Susana son cuatro ejemplos más de otros 8M. A Mati le ofrecieron dejar su trabajo si se casaba, a Érika le echaron de su puesto en un hotel por su discapacidad visual, a Susana su madre le obligaba a hacer las camas de sus hermanos y María José le resultó imposible encontrar trabajo por tener dos hijas y una discapacidad hasta que no entró en la ONCE. Son solo mujeres, no heroínas.
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