Al malagueño Joaquín Crespo le ha gustado cantar desde pequeño.
Cantar, escribir y dibujar. Siempre ha tenido el arte bullendo en su cabeza.
Escuchaba de todo, fandangos, bulerías, rap, pop. Lo que su padre ponía en
casa, Camarón, Tijerita. Y cuando acudía a una fiesta era el que terminaba
canturreando un poquito, pero muy en plan de amigos, todo muy aficionado.
Tenía dos o tres canciones escritas cuando, de repente, un accidente de moto,
a los 23 años, lo cambió todo.
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