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Cuando el ser humano calla, la naturaleza habla. En la profundidad de la selva amazónica, envuelta en un puñado de hojas y ramas, protegida y a la sombra de un escuadrón de árboles grandiosos, crece una planta que en su savia lleva la voz de la floresta. Y lo que resulta más misterioso, ese fluido es el portador vegetal de los secretos de la propia jungla. Es la ayahuasca, uno de los tantos espíritus de la naturaleza.
Después de que la planta, tras un ritual hermético, se convierte en líquido, la ayahuasca muestra a quien la ingiere, un camino de visiones, un laberinto de enigmas que estremecen y agitan a aquellos que buscan, además de curación para los males del cuerpo, otros estados de consciencia que alivien sus males del alma. Es entonces cuando se oye y se siente lo que la naturaleza dice.
Antonio Picazo
Cuando el ser humano calla, la naturaleza habla. En la profundidad de la selva amazónica, envuelta en un puñado de hojas y ramas, protegida y a la sombra de un escuadrón de árboles grandiosos, crece una planta que en su savia lleva la voz de la floresta. Y lo que resulta más misterioso, ese fluido es el portador vegetal de los secretos de la propia jungla. Es la ayahuasca, uno de los tantos espíritus de la naturaleza.
Después de que la planta, tras un ritual hermético, se convierte en líquido, la ayahuasca muestra a quien la ingiere, un camino de visiones, un laberinto de enigmas que estremecen y agitan a aquellos que buscan, además de curación para los males del cuerpo, otros estados de consciencia que alivien sus males del alma. Es entonces cuando se oye y se siente lo que la naturaleza dice.
Antonio Picazo