“…Si se escribe en una mesa de un café de Palermo imbécil, levantando la mano cada vez que alguien nos saluda como si fuéramos una especie de Papa, con nuestra notebook reluciente y nuestro ego más erecto que el obelisco, estamos listos. Nada de mierdas a la hora de escribir… No se olviden que la casa que construyen no es para que el lector la mire de afuera, es para que la habite… Hay que escribir horas y horas y si al terminar cada página uno siente que se ha quedado vacío, que no hay manera de seguir... a poner otra hoja, a mirarla un rato, en silencio, que vamos por buen camino…” (fragmento de “Lo que es la Arquitectura de la Mentira”, de Pablo Ramos).