Por unos años, el silencio parece cubrirlo todo, pero luego la verdad va abriéndose paso. La veneración a Paulina se extiende. Una de sus amigas publica un libro sobre ella y da pie a que León XIII califique su memoria “como bendición en la Iglesia”. Y así llegamos hasta el día de hoy, en que la encontramos, felizmente, camino de los altares