Recuperándose de la enfermedad, Paulina, que se ha consagrado a María, sigue en una lucha interna, atraída aún por la vida social. El sermón sobre la vanidad que escucha a un sacerdote es el detonante de su conversión. En su nueva existencia de amor a Jesús y a los pobres, deja su círculo de riqueza y busca una vida virtuosa junto a las obreras.