Por cosas del destino y los amores de la playa, tan reales y llenos de energía como una estrella fugaz cruzando el firmamento, llenando de aliento para pedir un deseo y aferrarte a la esperanza de tus deseos. Termine visitando el pueblo costeño de palomino, Colombia.
80 kilómetros y poco menos de dos horas de recorrido en dirección norte separan palomino de Santa Marta. Al borde del rio con este mismo nombre, este ha sido un lugar que en sus inicios como un pueblo costero tenía población flotante de turistas notoria pero no relevante. Los años pasan, la existencia de este lugar rueda por todas partes del mundo, y al cabo de un par de años, la creación de nuevos hostales, hoteles, fincas de retiros espirituales, muchas veces por inversionistas extranjeros, aparecen para ampliar la oferta turística de este sector.
En mi experiencia, Palomino es un centro mezcla cultural; la sabiduría indígena, el conocimiento local se entrelaza con aquellos viajeros de mochila, buscando un lugar donde desconectarse y estar frente al mar resguardados por el poder de las montaña. Un pueblito para el encuentro de conocimientos globales sobre la sostenibilidad ambiental con un discurso de amor hacia la Pachamama.