En un planeta ahogado por el cambio climático, donde el exceso de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera representa una amenaza existencial para la vida en la Tierra, surge una pregunta sorprendente y llena de posibilidades: ¿y si ese gas, tan perjudicial para el clima, pudiera transformarse en algo valioso, duradero y simbólicamente opuesto, como un diamante?