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Estoy de vuelta para responder una pregunta importante y dolorosa que me hizo una amiga consagrada: ¿Por qué hay tan poquitas vocaciones?
Desde mi perspectiva como laico casado, comparto mi opinión de que esta es una pregunta que choca constantemente contra una gran barrera: el "¿Para qué?" Para entender esta muralla, hay que ir varios pasos atrás y analizar la crisis social y cultural en la que estamos inmersos. Cito las ideas del filósofo Augusto Del Noce, quien profetizó el ateísmo práctico que vivimos hoy. Del Noce traza el camino desde el racionalismo moderno que genera nihilismo y relativismo , hasta la "sociedad opulenta" actual. Esta cultura del bienestar, materialista y hedonista, es aún más atea que el marxismo porque absolutiza el entretenimiento y el confort. En un mundo así, hablar de vocación y santidad resulta completamente absurdo. Por eso, la vida consagrada —cuyo centro es la auto negación — no es atractiva y se enfrenta a una dura crisis, a diferencia de otras profesiones que sí prometen realización y dinero.
La crisis vocacional no es otra cosa que la crisis de santidad. La mayoría de la población vive como si Dios no existiera, rindiendo culto a la tecnología y al entretenimiento. El llamado de Dios es siempre a salir de la zona de confort , tal como lo vimos en la Biblia, desde Abrahán hasta la Virgen María. La solución, siguiendo a Del Noce, es el retorno a la tradición cristiana , que no significa volver a ritos pasados, sino redescubrir la metafísica existencial cristiana desde nuestra cultura actual. Esto nos recuerda la enseñanza de Jesús: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). Mis propuestas concretas son tres:
El testimonio de alegría de los consagrados y la humanización de los procesos vocacionales son claves para que los jóvenes puedan ver y decir: "Mira qué vidas tan alegres viven estas personas. Yo quiero ser así". Cristo no deja de llamar, y ojalá busquemos la santidad para que Él pueda usarnos.
By JuanDiegoNetwork.comEstoy de vuelta para responder una pregunta importante y dolorosa que me hizo una amiga consagrada: ¿Por qué hay tan poquitas vocaciones?
Desde mi perspectiva como laico casado, comparto mi opinión de que esta es una pregunta que choca constantemente contra una gran barrera: el "¿Para qué?" Para entender esta muralla, hay que ir varios pasos atrás y analizar la crisis social y cultural en la que estamos inmersos. Cito las ideas del filósofo Augusto Del Noce, quien profetizó el ateísmo práctico que vivimos hoy. Del Noce traza el camino desde el racionalismo moderno que genera nihilismo y relativismo , hasta la "sociedad opulenta" actual. Esta cultura del bienestar, materialista y hedonista, es aún más atea que el marxismo porque absolutiza el entretenimiento y el confort. En un mundo así, hablar de vocación y santidad resulta completamente absurdo. Por eso, la vida consagrada —cuyo centro es la auto negación — no es atractiva y se enfrenta a una dura crisis, a diferencia de otras profesiones que sí prometen realización y dinero.
La crisis vocacional no es otra cosa que la crisis de santidad. La mayoría de la población vive como si Dios no existiera, rindiendo culto a la tecnología y al entretenimiento. El llamado de Dios es siempre a salir de la zona de confort , tal como lo vimos en la Biblia, desde Abrahán hasta la Virgen María. La solución, siguiendo a Del Noce, es el retorno a la tradición cristiana , que no significa volver a ritos pasados, sino redescubrir la metafísica existencial cristiana desde nuestra cultura actual. Esto nos recuerda la enseñanza de Jesús: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). Mis propuestas concretas son tres:
El testimonio de alegría de los consagrados y la humanización de los procesos vocacionales son claves para que los jóvenes puedan ver y decir: "Mira qué vidas tan alegres viven estas personas. Yo quiero ser así". Cristo no deja de llamar, y ojalá busquemos la santidad para que Él pueda usarnos.