Subtiente lírico

Πρὸς ἀρχῆς


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La gravedad del silencio desconocía la voz incorpórea del corazón de Dios, y el abismo y el tiempo, simétricos eran a la palabra y el misterio, y nada era que no fuese fuego limpio y frío, o que pudiese encenderse en un ahora involuntario. El sol orbitaba oscurecido la piel vacía de la serpiente, libre inventora de la muerte y de la mentira; y el agua omnipresente ablandaba despacísimo el filamento sin centro de la potencia relacional del ser. El hidrógeno era un presentimiento unívoco enfrentado a la metástasis del uranio, y el amor sin mano carecía de objeto en su pureza: un bebé era aún una galaxia hundida en el pensamiento divino, y no había respiración alguna. Y amanecieron los signos todos en una alborada de irrealidades numéricas: una mente (sol ígneo ahora) y en su cadencia: un corazón; y en su pasión: unas manos, y en su propósito, finalmente, el hombre. Y los dobleces de su imagen alumbraron a los ángeles, esencias del instante, y fue todo pureza intencionada, lectura corpórea y fábricas del alma, y un árbol de misión sin la soga de las formas, zascandileando en las arquitecturas ingrávidas. Pero el fuego germinó en uno y otro en la pasión del conocerse, y vibraría pronto el arpa cardinal, del pentagrama de la concepción; y la violencia en el hambre de la crías, del amor en los tejados prohibidos. Y sería todo una ley a partir de ahora, inescrutable, ocultada la Ley, justificación de una creación intempestiva. Y diose a luz a sí mismo un abrirse de alas, simultaneo al emerger de sus águilas, una tierra azul de aguas incandescentes y un firmamento roto en lágrimas de obediencia perpetua: la belleza en las estrellas, que evoca densidades livianas alejadísimas de los abismos del mar y sus ahogados futuros*; y un cuerpo humano asemejaba más a una luna aún de pluma, que no prevé el inevitable sufrimiento de la participación, acariciado aún sin densidades distintivas de suavidad, pero atrapado pronto como un velo en la cruel roca. Y esas primeras alas se abrieron, y fue todo una explicación viva, un recién nacido que llora y ríe en el mismo instante y para siempre. Y fue así que la semilla germinante pudo verse ensangrentada por la lujuria de putrefacción, y vino a creación para saberse sacrificio -luna que no se oscurece al amanecer, difuminada en el cielo azul, permanente como un tumor salvífico recordándole al calor del día la plata triste de las elípticas huellas de la avidez, que regresa siempre en desdicha sedienta al mismísimo nacimiento de los ríos: lo circular que nos inspira a la espiral de Dios. La libertad por el bien posibilita el mal, para poder ser en todo un grito de amor. ¿Pero podría entonces de alguna manera excusar tal amor a la inmoralidad? El deseo surge para amalgamar energías que justifiquen su intención de paraíso, y a la imagen sagrada hacerla defensora del dolor: μὴ γένοιτο**- y tornose en libertad olvidadiza de la Ley, contra su ley, para asemejarse en el ser creado a la agencia inescrutable del silencio que lo alumbrara. Lo natural ya nunca se acoplaría sin papiro exégeta a su sentir verdadero y sobrenatural. *de Lorca, Poeta en Nueva York ** de Carta de San Pablo a los romanos: "de ninguna manera",



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Subtiente líricoBy Poesía - Javier Borda