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Son niñas y niños, adolescentes, adultos jóvenes y personas de la tercera edad, que se reúnen con entusiasmo todos los sábados a orillas del Río Pastita: una corriente de agua que bordea el barrio del mismo nombre en la ciudad de Guanajuato.
Aunque la lista de voluntarios es muy diversa, casi siempre se trata de vecinos del río. Su misión semanal consiste en recoger con sus propias manos la basura que trae la corriente, depositarla en costales, entregarla al servicio de recolección del ayuntamiento y, finalmente, compartir la comida y una cerveza en la cantina de la colonia.
La historia puede parecer muy similar a la de muchos grupos de voluntarios que limpian y vigilan otros ríos contaminados de México, pero la tarea de Proyecto Pastita, como se hacen llamar, es diferente.
Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Guanajuato enfrenta actualmente una ola de violencia que lo ubica como el tercer estado más peligroso del país. Las noticias diarias confirman la delicada situación:
El 11 de abril, tres mujeres y dos hombres fueron acribillados en la presa de Peñuelitas, en Dolores Hidalgo.
El 15 de abril fueron asesinadas siete personas, entre ellas un menor de siete años, cuando un comando disparó contra visitantes del balneario La Palma, ubicado en Cortazar.
El 22 de marzo, Jesús Alejandro Camacho Escobar, subsecretario operativo de Seguridad Ciudadana en el municipio de Guanajuato, fue asesinado en la comunidad de Puentecillas mientras viajaba en su camioneta.
Son sólo unos ejemplos, entre una larga lista, de sucesos violentos ocurridos en los últimos dos meses. El gobernador del estado, el panista Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, insiste en que se trata de una serie de venganzas.
Mientras eso sucede, este grupo se reúne todos los sábados a limpiar un río que, además, siempre vuelve a ensuciarse.
Antes de llegar al barrio de Pastita, el río es contaminado de manera sostenida en otras comunidades que se ubican más arriba, en el cerro. De ahí que cada sábado, desde hace tres años, lo encuentren igual de sucio. Por si fuera poco, debido al trazo que se le impone al cauce en la ciudad, el río se incorpora a la corriente del drenaje municipal.
Estas personas acuden todas las semanas a limpiar un río, en uno de los estados más peligrosos del país, que cada sábado vuelve a su estado de contaminación original y que, por la gestión de su cauce, está destinado de cualquier forma, limpio o sucio, a sumarse a la corriente de aguas negras.
¿Cuál es su motivación para limpiar, una y otra vez, un río como éste?
Son niñas y niños, adolescentes, adultos jóvenes y personas de la tercera edad, que se reúnen con entusiasmo todos los sábados a orillas del Río Pastita: una corriente de agua que bordea el barrio del mismo nombre en la ciudad de Guanajuato.
Aunque la lista de voluntarios es muy diversa, casi siempre se trata de vecinos del río. Su misión semanal consiste en recoger con sus propias manos la basura que trae la corriente, depositarla en costales, entregarla al servicio de recolección del ayuntamiento y, finalmente, compartir la comida y una cerveza en la cantina de la colonia.
La historia puede parecer muy similar a la de muchos grupos de voluntarios que limpian y vigilan otros ríos contaminados de México, pero la tarea de Proyecto Pastita, como se hacen llamar, es diferente.
Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Guanajuato enfrenta actualmente una ola de violencia que lo ubica como el tercer estado más peligroso del país. Las noticias diarias confirman la delicada situación:
El 11 de abril, tres mujeres y dos hombres fueron acribillados en la presa de Peñuelitas, en Dolores Hidalgo.
El 15 de abril fueron asesinadas siete personas, entre ellas un menor de siete años, cuando un comando disparó contra visitantes del balneario La Palma, ubicado en Cortazar.
El 22 de marzo, Jesús Alejandro Camacho Escobar, subsecretario operativo de Seguridad Ciudadana en el municipio de Guanajuato, fue asesinado en la comunidad de Puentecillas mientras viajaba en su camioneta.
Son sólo unos ejemplos, entre una larga lista, de sucesos violentos ocurridos en los últimos dos meses. El gobernador del estado, el panista Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, insiste en que se trata de una serie de venganzas.
Mientras eso sucede, este grupo se reúne todos los sábados a limpiar un río que, además, siempre vuelve a ensuciarse.
Antes de llegar al barrio de Pastita, el río es contaminado de manera sostenida en otras comunidades que se ubican más arriba, en el cerro. De ahí que cada sábado, desde hace tres años, lo encuentren igual de sucio. Por si fuera poco, debido al trazo que se le impone al cauce en la ciudad, el río se incorpora a la corriente del drenaje municipal.
Estas personas acuden todas las semanas a limpiar un río, en uno de los estados más peligrosos del país, que cada sábado vuelve a su estado de contaminación original y que, por la gestión de su cauce, está destinado de cualquier forma, limpio o sucio, a sumarse a la corriente de aguas negras.
¿Cuál es su motivación para limpiar, una y otra vez, un río como éste?
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