"Que se pare el mundo, que me quiero bajar". Esta frase, mezcla de desencanto e ironía, quizá, incluso, de desesperación, es uno de los primeros recuerdos que tengo de la ciudad de Barcelona. Fue el primer lugar donde, años atrás, la vi escrita en una pared.

Cada día, durante dos semanas, al salir del lugar donde residía, me la encontraba de frente. Creo, sinceramente, que esta frase refleja el sentir de muchas personas; y no solo el de aquellas que se encuentran en situaciones límites, sino también el sentir de mucha gente que a diario debe enfrentarse a una lucha, en ocasiones, desigual con sus propios sentimientos, frustraciones, y, en general, lo que conllevan las batallas de cada día para sobrevivir.