En cierta ocasión, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién decís que soy yo?”. Esta pregunta sigue vigente en nuestro tiempo y continúa confrontándonos a cada uno de nosotros. Deberíamos hacernos personalmente la misma pregunta: ¿Quién es Jesús para mí? En medio de un mundo marcado por el relativismo, donde abundan opiniones diversas sobre quién es Jesús, solo hay una revelación que proviene del Padre y que permite una comprensión verdadera de su identidad. La declaración de Pedro —“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”— no es fruto de una percepción humana, sino el resultado de un encuentro con la verdad revelada. Esta confesión, y no la opinión popular, es la base sobre la cual se edifica la Iglesia.