Adam Smith, el padre de la economía moderna, escribió que la razón por la que podemos cenar cada noche no tiene nada que ver con la benevolencia del carnicero o del panadero, sino con la preocupación de éstos por su bienestar personal. El ánimo de lucro hace girar el mundo. Cínico y egoísta, el Homo economicus ha venido dominando nuestra cosmovisión y su influencia se ha extendido desde el mercado hasta la manera en que trabajamos y seducimos.