La clave de todo lo que hemos hablado en este cuatrimestre, tiene que ver con dejar de hacer las cosas a nuestra manera, para acudir a Dios y suplicarle que Él las haga a Su manera, a través de nosotros.
Juan 14:23-24 dice, “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.” Hoy, iniciamos un estudio sobre la “regla de oro”, pero, la realidad es que, sin Dios, no podremos cumplirla.
(1) La regla de oro es amar a Jesús. ¿Cómo nos damos cuenta si realmente amamos a Jesús o no? La respuesta es fácil: Fidelidad y obediencia a Su Palabra. En Juan 14:23 Jesús dice, “el que me ama, mi palabra guardará.” Cumplir la regla de oro, sabiendo que los demás no lo van a hacer, ¡sería ridículo! No cumplimos la regla de oro confiando en que los demás lo van a cumplir. La regla de oro es un mandato de Jesús. La cumplimos en obediencia a Él, no importa lo que hagan las demás personas.
(2) Cumplir la regla de oro es obtener la bendición de Dios. Sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios. Cuando cumplimos la regla de oro, no para que otros nos traten bien, sino porque Dios lo pide de nosotros, no importa cómo nos traten, Dios nos bendecirá, debido a nuestra obediencia a Él. Quien piensa que no vale la pena obedecer la regla de oro, muestra su falta de fe en la Palabra de Dios. Dios no ha dicho que los demás nos van a tratar bien si obedecemos la regla de oro. Nos ha dicho que tratemos a los demás como nosotros deseamos ser tratados. ¡Punto! La bendición que buscamos, es la Suya, no la de los demás.
Espero que desde hoy en adelante miremos la regla de oro desde otro punto de vista. Las cuatro armas espirituales no tienen sentido, el discipulado no tiene sentido, y la regla de oro no tiene sentido, a menos de que creamos en Dios. Si creemos en Él, tienen todo el sentido del mundo. Espero que apreciemos lo que nos ha sido revelado hoy. Espero que por amor a nuestro Señor, seamos obedientes a Su Palabra.