La meditación, ese espacio sagrado que podemos dedicar a nosotros mismos, a veces se convierte en un sendero difuso que perdemos de vista. No es raro que, entre las exigencias del día a día, el hilo dorado de esta práctica se nos escape de las manos. Sin embargo, el verdadero arte radica no solo en mantener una práctica constante, sino en saber cómo retomarla con gracia y determinación cuando nos hemos desviado.