El Señor no requiere menos del alma, ahora, que lo que requirió de Adán en el paraíso antes de la caída: perfecta obediencia, justicia impecable. Lo que Dios requiere, bajo el pacto de la gracia, es tan amplio como lo que requirió en el paraíso: armonía con su ley, que es santa, y justa, y buena. El Evangelio no debilita las demandas de la ley. Exalta la ley y la hace honorable. En el Nuevo Testamento no se requiere menos que lo que se requería en el Antiguo Testamento. Nadie preste oídos al engaño tan agradable al corazón humano de que Dios aceptará la sinceridad, no importa cuál sea la fe, no importa cuán imperfecta sea la vida. Dios requiere de sus hijos perfecta obediencia. (Mensajes selectos T1)