My Bloody Valentine (1981) de George Mihalka, es como tu vida. Puede que no sea perfecta, pero es brillante y emocionante como ella sola. A ratos inverosímil, otras veces divertida, por momentos holgazana, pero siempre relevante. No somos fans del amor romántico, ni de las risas histriónicas, ni tampoco de esa insoportable amiga de Sarah cuyo nombre no podemos recordar. Lo que nos gusta son los slashers que nos hacen sentir cositas y que van directos al corazón (sangriento) para quedarse allí por siempre jamás. ¡Viva Harry Warden!