En los años noventa Scream revitalizó por completo un género entonces moribundo, reescribió las reglas de los slasher y nos presentó el culebrón más divertido del cine de terror. Seguimos sin saber qué hace Sidney Prescott para rodearse siempre de gente tan peligrosa, pero sabemos con certeza que sin la sacrosanta institución de la familia su vida hubiera sido mucho más sencilla, que quien tiene un amigo puede tener un tesoro envenenado y que todes somos drogadictes. Gracias, Wes Craven.