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Iom Haatzmaut no es un festejo político. Es un acto de fe. Una declaración espiritual. Una rebelión contra la desesperanza. Una manera de gritarle al mundo —y a nosotros mismos—: "Aún no se ha perdido nuestra esperanza."
Iom Haatzmaut no es un festejo político. Es un acto de fe. Una declaración espiritual. Una rebelión contra la desesperanza. Una manera de gritarle al mundo —y a nosotros mismos—: "Aún no se ha perdido nuestra esperanza."