
Sign up to save your podcasts
Or


Ante esta descomunal lista de errores, no debiera entonces sernos extraño que el daño a la reputación de la 4T hala trascendido las fronteras de nuestro país, y la muestra más dolorosa para la administración de Claudia Sheinbaum fue la primera plana del New York Times de este lunes pasado, que no solo publicó la noticia, sino que la tituló como "Un campo de exterminio en México". La ironía es demoledora: mientras Sheinbaum intenta lavarse las manos con la misma eficacia con que Poncio Pilatos, el mundo entero observa con azoro y toma notas.
La estrategia de culpar a Enrique Alfaro, al gobierno de Jalisco y a cuanto funcionario pase por su radar es tan burda que resulta casi cómica. Es como ver a un niño tratando de esconder una rotura de jarrón moviendo muebles delante de sus padres.
Lo más escalofriante no es el rancho en sí, sino lo que representa: la continuidad de una violencia sistémica que sobrevive a los cambios de gobierno y partidos políticos como una cucaracha nuclear.
El rancho Izaguirre es el síntoma de una enfermedad profunda en México, grave, lacerante, lamentable, lastimosa, penosa, desgarradora, triste y desoladora. Y es precisamente por eso que no existe ya ningún discurso oficial que la pueda ocultar.
La tragedia de las desapariciones nos pinta de cuerpo entero. Nos pone frente a un espejo que nos llena de vergüenza y de espanto, porque simplemente no podemos creer la basura de sociedad en la que nos hemos convertido.
By El ReporteroAnte esta descomunal lista de errores, no debiera entonces sernos extraño que el daño a la reputación de la 4T hala trascendido las fronteras de nuestro país, y la muestra más dolorosa para la administración de Claudia Sheinbaum fue la primera plana del New York Times de este lunes pasado, que no solo publicó la noticia, sino que la tituló como "Un campo de exterminio en México". La ironía es demoledora: mientras Sheinbaum intenta lavarse las manos con la misma eficacia con que Poncio Pilatos, el mundo entero observa con azoro y toma notas.
La estrategia de culpar a Enrique Alfaro, al gobierno de Jalisco y a cuanto funcionario pase por su radar es tan burda que resulta casi cómica. Es como ver a un niño tratando de esconder una rotura de jarrón moviendo muebles delante de sus padres.
Lo más escalofriante no es el rancho en sí, sino lo que representa: la continuidad de una violencia sistémica que sobrevive a los cambios de gobierno y partidos políticos como una cucaracha nuclear.
El rancho Izaguirre es el síntoma de una enfermedad profunda en México, grave, lacerante, lamentable, lastimosa, penosa, desgarradora, triste y desoladora. Y es precisamente por eso que no existe ya ningún discurso oficial que la pueda ocultar.
La tragedia de las desapariciones nos pinta de cuerpo entero. Nos pone frente a un espejo que nos llena de vergüenza y de espanto, porque simplemente no podemos creer la basura de sociedad en la que nos hemos convertido.