Amarte a ti mismo no es algo sencillo de hacer porque puedes no apreciarte simplemente porque te sientes poco atractivo, o por tu situación económica, por no ser popular o porque no encajas en estereotipos. Lo cierto es que tu verdadero valor no depende de lo que tienes, sino de cómo te ves a los ojos de Dios, así que ámate como Dios te ama.