Fabián Harari, en su columna semanal en NdR Radio, habló sobre la situación política y económica de la Argentina a un año de la asunción de Alberto Fernández. Hace años que nuestro país está en crisis y sufre una desintegración cada vez más profunda, para la cual no hay una toma de decisión firme. Lo único que el gobierno hace es poner parches. Tenemos la mayor caída del Producto Bruto Interno (PBI) del mundo (12.5%) y nos encontramos, según el tipo de medición, entre el séptimo y el cuarto lugar en muertes por millón de habitantes en lo que va del año. El gobierno no sólo viene fracasando en términos sanitarios, a la hora de abordar el problema de la pandemia, sino también en el tema de la pobreza. Cuatro millones de personas perdieron su empleo en este último período. Tenemos un país completamente parado, con un PBI per cápita en los mismos niveles que en el 2004 o que en 1990.
Algunos de estos problemas son atribuibles a Alberto y a Cristina Fernández, pero hay elementos que tienen que ver con el propio funcionamiento del capitalismo argentino. La Argentina es un país inviable en el cual, si no se toman determinadas decisiones, la crisis va a seguir avanzando porque ya la propia realidad está ajustando por si misma. Es por esto que es necesario entender cómo funciona el capitalismo en nuestro país y cómo la burguesía intenta establecer lazos con la clase obrera.
El columnista explicó que, durante mucho tiempo, el vínculo entre ambas clases sociales se mantuvo a nivel institucional, a través de los sindicatos, y en términos económicos relacionándose con el empleo formal. Esto se fue perdiendo porque el propio capitalismo expulsa gente del proceso productivo inmediato, generando que haya que buscar una vinculación por parte del Estado. Es ahí donde aparecen los movimientos y los planes sociales, los punteros políticos y los intendentes. Hay una tendencia, por un lado, a la institucionalización de todos esos vínculos y, por el otro, a que se mantengan estos lazos desinstitucionalizados. Esto último se debe a que es el poder del gobernante el que media entre las distintas fracciones de clase.