Nuestras experiencias como hijos moldean nuestra percepción de Dios. A través de Juan 1:12, descubrimos que desde que recibimos a Jesús, hemos sido hechos hijos de Dios, asegurando su amor incondicional y fidelidad eterna.
Podemos enfrentar cualquier situación con la confianza de que somos amados, nunca estamos solos y somos valiosos para el Creador del universo. ¡Recuerda tu verdadera identidad como un amado hijo de Dios!