Había una vez un caracol que quería cambiar de casa.

Bueno, el molusco que vivía en el caracol, ya no quería estar ahí, nunca quiso, esa casa le quedaba grande, era inmensa y se perdía por sus pasillos enormes, y tenía demasiado eco si gritaba, y sentía frio, o sea, no quería estar en ese caparazón.

Todos los demás moluscos le decían que tenía la casa perfecta, la que le pertenecía por ser molusco, que por qué no quería estar ahí? Pero el seguía sin escuchar consejos buscando permuta.

Para donde te quieres ir? Pregunto la cotorra.

Para un capullo, que pregunta! Respondió el caracolito.

Todos se miraron sorprendidos. Haciendo caras de no entender nada.

Como para un capullo? Dijo el ciervo…

Si, para que me salgan las alas y volar como ella. Señaló a una mariposa que estaba revoloteando sobre un lirio.

Pero tu no eres una mariposa! No puedes volar! Dijo el ciervo…

Como que no? No ves mis alas? Míralas! Mira como se mueven, mira como me levantan del piso! Contestó mientras saltaba.

No, tu eres un molusco, un caracol. No puedes volar!

La babosa triste, se arrastró hasta el mar, miro su reflejo y siguió sin entender nada, el veía en el agua las alas hermosas de colores como se le movían, sentía que tenía que ponerlas duras o se iría volando, pero se tocaba la espaldita y no sentía nada.

Decidió irse, y cuando se estaba deslizando hacia una roca, para regresar a su piedrita del bosque, un caballito de mar le dijo, ehh tu! Me llevas volando hasta la otra orilla?

Escribí esta fábula inspirada en la disforia de género.

Aquí les dejo el canal de Youtube de Elvira para que escuchen su historia a profundidad.

https://www.youtube.com/watch?v=Ej7W7z8IZdM&t=799s