Hace unas siete décadas, a mediados del siglo XX, la barcelonesa Elisabeth Mulder estaba considerada como una de las más grandes novelistas de ese tiempo, al nivel o incluso por encima de Ana María Matute o de Carmen Laforet. Por la habilidad con que trazaba sus personajes, se la comparaba con el británico Somerset Maugham o con la neozelandesa Katherine Mansfield. Hoy apenas la recuerda ni la lee nadie. Vamos a hacerlo nosotros. Vamos a recordar a Elisabeth Mulder en su faceta de poeta, que también lo fue, y de cierta valía.