“Prometo esforzarme valientemente con la fortaleza que Dios provee para cumplir esta resolución por el resto de mi vida y para Su gloria”
¿Qué sucedería si todos los hombres del mundo no sólo se comprometieran con “La Resolución para Hombres” sino que la cumplieran a largo plazo? ¿Qué pasaría si millones de niños pudieran ver que Dios transforma a sus padres en papás cariñosos y tiernos, y en poderosos guerreros espirituales que andan en integridad y dejan un legado eterno? ¿Qué produciría esto en el corazón de las siguientes generaciones?
Como ya lo hemos platicado mucho, este es un llamado sin disculpas y específico para los hombres, a seguir el ejemplo de determinación y liderazgo espiritual de Josué y decir: “Pero yo y mi casa serviremos al Señor”. Deseamos reavivar una visión de lo que el matrimonio y la familia podrían ser si Cristo gobernara por completo nuestro corazón y nuestro hogar.
Queremos que pases el resto de tu vida preparándote para presentarte ante Dios y escucharlo decir: “Bien hecho”. Deseamos que tus hijos sientan como al amor de Dios fluye de tu corazón hacia el de ellos, que escuchen La Palabra de Dios que sale con denuedo de tus labios, que vean el poder de Dios transformándote en un padre amoroso y vean que tus oraciones son respondidas ellos se sientan atraídos a conocer, amar y seguir al Dios de su padre. Este será tu legado.
Todo padre debe ser primero un fiel seguidor de Cristo; segundo, un fiel esposo; tercero, un fiel padre y luego, un firme líder espiritual que impacte al mundo. Cuando eso sucede, podemos producir un impacto positivo en el mundo a través de nuestros hijos y nietos, incluso cuando ya hayamos partido.
Dios ya nos ha preparado para lograr esto de manera exitosa, de hecho, ya nos ha bendecido con “toda bendición espiritual” (Efesios.1:3). Además Él nos ha prometido: “No te desampararé, ni te abandonaré”
Al acercarnos a esta resolución final debemos recordar que todo lo que logremos será solamente con la intervención de Dios en nuestras vidas, sin Él nada podemos hacer. (Juan.15:5)
Hay ejemplos en la Biblia de personajes que trataron de agradar a Dios confiando en sus propias capacidades, uno de ellos fue el apóstol Pedro que si bien actuaba sinceramente cuando le prometió a Jesús serle fiel (Mateo.26:35), su error fue apoyarse en sus propias fuerzas, de manera que solo pasaron unas horas cuando ya había fracasado no una sino tres veces. Es decir, Pedro que actuaba con celo y pasión por el Señor seguramente experimentó algo de orgullo de manera que eso lo preparó para el fracaso.
Lo mismo nos puede suceder a nosotros si nos descuidamos y olvidamos que dependemos del poder de Dios para lograr cumplir con Su voluntad para nuestras vidas. La humildad debe ser la base de nuestra relación íntima con Dios. (Mateo.5:3) Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” Ser “pobre en espíritu” consiste en comprender que somos absolutamente incapaces sin la intervención de Dios en nuestras vidas. No se trata de escasez sino de humildad delante de Dios.
Jesús en su caminar en la Tierra nos dejó el mayor ejemplo de “dependencia total del Padre” misma que fue su secreto para experimentar la victoria a largo plazo, la victoria eterna.
(Filipenses.2:5-10) “5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; “
Pablo dijo en (2Corintios.3:5) “5 No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacid[...]