“Yo tengo la dicha de trabajar en casa. Desde ese punto de vista, la pandemia no me afectó tanto. Lo que sí me cambió y mucho es que no pude viajar a Argentina durante casi dos años. Eso me coartó bastante la libertad”.
“Te confieso que nunca me pregunté para qué escribo, porque las ganas de sentarme a escribir no tienen explicación, pero me impulsa el deseo arrollador de contar algo, de darle vida a los protagonistas, de que esa escena, esa imagen y ese diálogo que tengo en mente lo pueda llevar al código del lenguaje escrito que, a veces, es difícil porque las palabras son limitantes”.
“Es muy difícil explicarle a alguien que no lee lo que es entrar en el mundo mágico de la lectura, porque como es mágico, no hay una ley física, ni una cuestión lógica que lo pueda explicar. El que descubre ese mundo mágico nunca más se va a sentir solo”.