El panorama del mundo es desolador. A la furia destructora de la naturaleza se une la irracionalidad destructora de los guerreristas. Aferrémonos al optimismo que un día, pese a todo, expresara Gabriel García Márquez:
“Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.