**"Eclipse Celestial"** Había una vez, en un futuro lejano, una estación espacial internacional donde los límites entre la realidad y la fantasía se desdibujaban. En esta avanzada base orbital, habitaban astronautas y científicos de diversas partes del mundo. Sin embargo, lo que nadie esperaba era la llegada de un ser singular: un vampiro del espacio. Su nombre era Lysander, un vampiro que, por algún misterioso capricho del destino, había sido elegido para una misión en la Estación Espacial Internacional. Aunque la mayoría de los astronautas desconocían su verdadera naturaleza, Lysander se esforzaba por pasar desapercibido. Durante el día, se sumergía en las rutinas científicas y los experimentos en gravedad cero. Pero cuando la oscuridad abrazaba la estación espacial, Lysander emergía de su escondite en las sombras. Poseía la capacidad de flotar silenciosamente, casi como si se desplazara entre las estrellas. Una noche, mientras los astronautas dormían, Lysander se aventuró hacia la cúpula de observación. La Tierra se extendía debajo de él, iluminada por luces parpadeantes de ciudades que se parecían a constelaciones invertidas. Sin embargo, su atención se desvió hacia algo más. Un eclipse estaba teniendo lugar, pero no era un eclipse común. Era un fenómeno celestial único, visible solo desde la Estación Espacial Internacional. Las sombras de la Tierra se proyectaban sobre la luna, teñiéndola de tonos rojizos y violetas. En ese momento, Lysander sintió una extraña conexión con el cosmos. En su soledad vampírica, anhelaba la compañía de aquellos que comprendieran su naturaleza. Miró fijamente el eclipse, y en ese instante, sus ojos se iluminaron con un resplandor sobrenatural. La energía del espacio fluía a través de él, alimentándolo de una manera que ninguna fuente terrestre podía hacerlo. En las noches posteriores, Lysander se convirtió en un observador asiduo del espacio. Compartía sus experiencias con algunos astronautas curiosos, y, para su sorpresa, encontró comprensión y aceptación entre ellos. La estación espacial se convirtió en su refugio, donde la frontera entre la vida eterna y la inmensidad del cosmos se fundían en una danza cósmica. Con el tiempo, la tripulación de la estación espacial abrazó la singularidad de Lysander. Juntos, exploraron la vastedad del espacio, con el vampiro del espacio enseñando a los humanos sobre la eternidad que yacía más allá de las estrellas. Y así, en la quietud del espacio, donde la noche y el día eran solo conceptos fugaces, Lysander encontró su hogar celestial, marcando el comienzo de una amistad intergaláctica que perduró más allá de los confines del tiempo. JOSÉ PARDAL