Nuestro Señor Jesús no nació en pecado y no necesitó la mortificación de una naturaleza corrupta o la renovación para santidad, que significaba la circuncisión. Esta ordenanza fue, en su caso, una prenda de su futura obediencia perfecta de toda la ley, en medio de sufrimientos y tentaciones, aun hasta la muerte por nosotros.
Al final de los cuarenta días, María fue al templo a ofrecer los sacrificios establecidos para su purificación. José presenta también al santo niño Jesús, porque como primogénito, tenía que ser presentado al Señor, y ser redimido conforme a la ley. | Pr. Ricardo Reyes M.