Del Jerusalén de hoy viajaremos al de ayer, hundido varios metros bajo el suelo, buscando el viejo espíritu que inspiró a los constructores del Templo, manteniendo puro en la más ortodoxa de las sectas: los esenios. Y desde Jerusalén iremos hasta Qum-Ram, a las orillas del Mar Muerto, siguiendo sus huellas y tratando de desvelar alguno de sus misterios.