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San Juan Pablo II en su catequesis de la Teología del Cuerpo, nos enseña que la Familia no solo es el don total y sincero entre un hombre y una mujer en el sacramento del matrimonio sino que es el reflejo vivo del amor de Dios. Por eso, el matrimonio no es solo una promesa, sino una vocación: un llamado a amar como Cristo ama, con entrega, con sacrificio, con alegría, con esperanza. En un mundo y en tiempos donde muchas veces se pierde el sentido del amor, la familia nos recuerda que ella misma es como una pequeña luz que nos reitera que fuimos creados para amar y ser amados, no solo en palabras, sino con todo el corazón. Por eso tengámos siempre presente que la Familia está fundada en el amor verdadero y que es allí el primer lugar donde cada persona descubre que es amada no por lo que hace, sino simplemente por ser.
San Juan Pablo II en su catequesis de la Teología del Cuerpo, nos enseña que la Familia no solo es el don total y sincero entre un hombre y una mujer en el sacramento del matrimonio sino que es el reflejo vivo del amor de Dios. Por eso, el matrimonio no es solo una promesa, sino una vocación: un llamado a amar como Cristo ama, con entrega, con sacrificio, con alegría, con esperanza. En un mundo y en tiempos donde muchas veces se pierde el sentido del amor, la familia nos recuerda que ella misma es como una pequeña luz que nos reitera que fuimos creados para amar y ser amados, no solo en palabras, sino con todo el corazón. Por eso tengámos siempre presente que la Familia está fundada en el amor verdadero y que es allí el primer lugar donde cada persona descubre que es amada no por lo que hace, sino simplemente por ser.