Al sentir hoy la llamada de Rosa, de Rosa de Santa María, pensé en el dilema por el que muchas almas pasamos, cuando sentimos esa llamada intima, que… a modo de campaña resuena en nuestro interior.

Por un lado, tañe la vocación religiosa, la vocación de la espiritualidad, de la oración, de la meditación, del recogimiento íntimo.

Por otro lado, suena, el de la imperiosa necesidad de trabajar para los demás, extramuros del convento, fuera del ámbito claustral, de plasmar la vocación en la entrega a los demás, de estar en contacto con el mundo que nos rodea, con sus debilidades, con sus fortalezas, con sus necesidades, que esas… nunca faltan.

Hoy al recordar la muerte y nacimiento de Santa Rosa de Lima, Rosa de Santa María, que no es otra cosa el fallecer, que el nacer a la vida verdad.

Te pedimos grandísima Sierva de Dios, que intercedas por nosotros ante la Santísima Virgen María, para qué parangonando tu vida, podamos ser apoyo de consagrados, divulgadores espirituales, instrumentos que, por tu mérito, abra el alma a quien ansía sea abierta.

Encontrar la llave que habrá, la de los que ni siquiera encuentran su puerta. Saciar los corazones secos, de una inmensa cascada de luz, de un inmenso torrente de agua de vida.

Que sepamos propagar, desde nuestra poquedad, y para Tu gloria, ese mandamiento de amor, ese Santo Rosario, que tu Santísima Madre nos dio.

Que seamos infatigables en el celo de amor a la iglesia y que cuando predicamos la palabra, la palabra de Dios, la que el Espíritu escribe con letras de oro en nuestros corazones, podamos compartir aquello que íntimamente se grabó.

Que nuestra oración, tú oración, sea a imitación de Jesús, a imitación tuya…

Aquello que Tú siempre dices…

“Una oración de amor”

¡Santa Rosa de Lima! ¡Rosa de Santa María!

Eternamente… hermosa, pura y fragante… Rosa.

¡Bendita seas!