A finales de la década de los ochenta, principalmente en Washington, comenzaron a difundirse fanzines que discutían el lugar de las mujeres en la escena musical independiente, y la importancia de que, en palabras de Terri Sutton "las mujeres tomen el escenario e inspiren algo de emoción". Algunas de las autoras de estos fanzines se reunieron y empezaron a formar bandas, creando un estilo de punk abrasivo que no solo hablaba sobre darles un lugar y denunciar los abusos masculinos en la escena, sino también darle apertura a temas tabú como el sexo y, con el alza de movimientos LGBT+, la sexualidad y la identidad. Como establecía un flyer de Bikini Kill "Por que necesita existir un espacio seguro para chicas donde podamos abrir nuestros ojos [...] sin ser amenazadas por esta sociedad sexista y las tonterías del día a día".