Ser Cristiano, ser católico parece ser parte de una gran aventura, de ese Gólgota, que es como dar un paso… un paso hacia la Cruz.
El que no quiere entender que el cristianismo, es un combate entre la luz y las tinieblas, entre Dios y el diablo, entre Jesucristo y el maligno, es que no se ha enterado de lo que es SER CRISTIANO.
¡Dios es amor!
Y hasta que no se ama, no se conoce, porque el conocimiento que no lleva al verdadero amor no sirve para nada.
Aprendamos la gran lección de AMOR, sintámonos amados por CRISTO, hasta el extremo, que consumamos nuestra vida por ÉL.
Amarás a Dios sobre todas las cosas
Quien ama a su hermano permanece en la luz.
Ser hijo de Dios es lo más grande, hemos contemplado su gloria y recibida gracia tras gracia.
¡Porque vimos creímos!
Desde pequeños aprendimos que tener fe, es creer lo que no vemos.
Pero también hay signos que tienen tal fuerza que mueven a la fe y que producen la fe.
Que se manifiestan, para que tengamos conciencia de que cada día veo a María, palpo, toco a Jesús, lo experimento en mi vida, porque continuamente me regala signos de credibilidad. Empezando por el más importante de todos, aquel milagro de los milagros, que es la CELEBRACIÓN DE LA SANTA EUCARISTÍA, al contemplar el VERBO en la Sagrada Forma, al celebrar la SANTA MISA.
Aquella y con AQUEL… en la que están, los que quieren participar estando dispuestos amar y a entregar su vida.