De María a Jesús

126 Acepta, abraza tu Cruz.


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Entendí que Dios no nos pide algo superior a nuestras fuerzas y que él estará presente siempre, a nuestro lado, para sujetar esa Cruz.
¡Para sujetarnos!
Y comprendiendo… comprendí a santos como Alejandro Fernández, que murió mártir por causa de la fe. Por no renegar a ella a manos de sus verdugos.
Que solo le pedían una cosa para salvarse.
¡Que renunciara a su fe!
Y como callaba y aceptaba la pasión, cuando le flagelaban, cuando le ponían la corona de espinas...
Él callaba y callaba…
Aceptaba el martirio…
Aceptaba la Cruz.
Y solo una respuesta dio, antes de que le clavaran en ese símbolo, en esa cruz a imitación del Maestro.
¡Podéis matar mil veces mi cuerpo, pero jamás matareis mi alma!
Y esa otra, tras estar clavado en la cruz y escarnecido, aquella que dio al tercer día, antes de expirar:
¡Perdónales señor que no saben lo que hacen!
Perdónales Señor, que no saben lo que hacen…
Aquella súplica hizo enmudecer a sus verdugos, que, en un silencio sepulcral, casi reverencial, observaban el cuerpo lacerado ya inerte de quien iba ya, camino del Cielo.
Y ocurrió en un epilogo final, que un aprendiz de Longinos hundió en el costado del mártir su bayoneta, a modo de improvisada lanza.
Del que brotó un torrente salvífico de sangre y un manantial de eterna agua de vida.
¿Gozo en el sufrimiento?
¿Fuerza sobrenatural?
¿Amor de Dios?
Las tres, o cada una de ellas, para aquellos que ya están desde la Cruz… viendo el cielo.
Y es que aquellos que le rodeaban en ese Gólgota improvisado, en su ceguera, eran incapaces de ver, como un alma pura era elevada al Cielo...
Y en su sordera no podían oír, ese otro cántico celestial, que los ángeles proclamaban:
“Que la Sangre de los mártires engendre nuevos mártires, engendre… nuevos cristianos”
¡Misericordia Señor… Misericordia!
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De María a JesúsBy Miguel mMM