El primero y principal de sus mandatos es:

“AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS”.

La propia vida nos ofrece a diario distracciones del que es el centro nuestra existencia.

Esas voces vienen del Diablo y nos susurran

Agárrate a las cosas, a lo inmediato, a la satisfacción efimera, sin decirnos que todo es transitorio, que una vez probadas… cuanto y cuanto dolor causan… pues el que trata con un mentiroso, artista del engaño como es el maligno queda siempre insatisfecho, llevandole incluso a la desesperación, pues ese ser reprobable, conseguido su fin sin dejar su presa la abandona a su suerte

Y es que esa propia vida, a veces nuestro propio entorno, y todo aquel medio en el que oímos, vemos y sentimos… son llamamientos a la distracción, a que no nos demos cuenta de lo trascendente, de lo importante de esa misma existencia.

Los apegos… los apegos… hay los apegos…

Con ellos nos agarramos a esas ofrendas, a esas ofertas, llamamientos de ídolos de barro, que como barro que son, nunca tuvieron vida, pues les falto el soplo… el aliento del creador, aquel que de la arcilla creó la vida.

Tendremos que esperar a oír, a entender, las verdaderas voces de Dios.

¿A comprender que solo el Dador de Vida es amor…?

Qué quien, es amor, da un mandamiento de amor y muere por amor.

Se manifiesta a diario en nuestras vidas

¿Tendremos que esperar esa voz que clama en el desierto…?

Para saber que son voces de Dios

Aquellas que, en el evangelio, dan muestras de amor …de quien nos habla cada día…

Aquel que es agua, aquel que es luz, aquel que es vida…

Pues agua viva fue la que le dio a la Samaritana, luz la que dio al ciego, vida la que resucitó a Lázaro, a nosotros… porque estábamos muertos, y nos dio la vida.

¡La vida eterna!

Sí, agua, luz, vida…

Así que, hermanos queridos…

Escuchemos sus voces, que con amor nos hablan.

Para terminar con una bella historia de Elena que nos cuenta la intercesión de María en su vida en nuestras vidas para salvarnos.