A su entrada en Jerusalén, entre tantas aclamaciones, toda la ciudad se conmovió, y los extranjeros decían:
¿Quién es éste?
Y las turbas respondían:
Es Jesús, el profeta de Nazaret.
El cortejo triunfal, aumentado por otros millares de gentes del pueblo, después de atravesar las calles de la ciudad se dirigió al templo, que debía ser el trono del Mesías.
Jesús entró como conquistador pacífico, entre las aclamaciones del pueblo. Como Señor, inspeccionó todas las cosas y después siendo ya tarde, dejó el templo y regresó con los apóstoles a Betania.
“Bendito el que viene en nombre del Señor”
¿Por qué te sobresaltas, Jerusalén?
La de las lamentaciones...
¿Quién es este?
Se preguntaban.
Siempre me ha costado mucho entender esta trasformación de un pueblo
Que pasó, en pocos días del:
¡HOSANA! al… ¡CRUCIFICALO!
Me era muy difícil de entender.
Me pregunté:
¿Hasta dónde se puede manipular a la Turba?
¿Nos sigue ocurriendo en nuestros Días?
¡Cuán actual es esta sentencia!
Muchos esperaban un Mesías victorioso, un gran rey de la tierra, cuando recibieron el mensaje:
¡Mi reino no es de este mundo!…
Lo abandonaron tumultuosamente
¡Hay Jerusalén…!