Atisbando las primeras luce del alba, la casa de Lázaro antes en silencio, más allá de una queda oración, se empezó a llenar de vida, esa vida que renace con los salvíficos rayos del Sol.
Y ese murmullo paso a ser actividad, pues el Maestro, se preparaba para otro día, apurando los momentos que le quedaban para instruir a sus discípulos, para sanar sus almas prepararlos para la dura tarea que les dejaba y poner la base, los cimientos de su futura Iglesia. Que se confirmaría el día en el que el Espíritu Santo descendiera, sobre el colegio Apostólico.
Betania no estaba lejos de Jerusalén, pero había que aprovechar el día y el trabajo era mucho, la simiente escasa debiendo caer en tierra abonada para que creciera en los corazones de sus discípulos y arraigar en su alma. Si Jesús ayer curó sus cuerpos hoy fortalecería su espíritu y sanaría sus almas.
Así, que poniéndose en marcha comenzó la dura faena, pero mejor continuemos el relato…
Y Dios dijo:
¡Le he glorificado ya y lo glorificaré todavía más!
La multitud que esto escuchaba, decían unos que había sido un trueno.
Y otros que había hablado un ángel.
Pero Jesús dijo:
No ha venido por mí esta voz, si no por vosotros.
El mundo está ya condenado, y el príncipe de este mundo será arrojado fuera.
Y yo cuando sea levantado en alto, en la tierra, todo lo atraeré a Mí.
Con estas palabras anunciaba Jesús, que habría de triunfar muriendo en la Cruz.
Todavía está la luz un poco con vosotros.
Caminad mientras tenéis luz y no os dejéis sorprender por las tinieblas, porque el que camina entre tinieblas no sabe a dónde va.
Mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz.
Anunciando que el sol de la verdad se ocultaba para Israel, e iba a iluminar a los gentiles, hijos de la luz, a quienes pasaba el Reyno de Dios.