La Semana Santa avanza y casi sin darnos cuenta estamos a mitad, es imposible que pueda contar tantas cosas como he visto, tantos prodigios, curaciones de cuerpos y almas, enseñanzas de vida, como nunca oí, premonición del sacrificio cruento del Divino Pastor, ese Cordero que quita los pecados del Mundo. He visto al hijo de Dios vivo, pude encontrar su mirada y mi mundo cambió, nada de lo que valía antes de esa mirada, tiene valor alguno ahora.
Y sé, que lo que nos anuncia se ha de cumplir, pues Jesús vino a dar cumplimiento de la voluntad del Padre.
Se ha de cumplir y nosotros aceptarlo, pues en caso contrario nos dirá:
“Apártate Satanás”
Pues ese pensamiento no viene de Dios, si no del diablo.
Meditemos los consejos, enseñanzas que El Maestro nos inculcó, seamos humildes, amemos a Dios y al prójimo. Y ya puedes atisbar parte de las armas que Dios nos ofrece para vencer al demonio, que son esas amor y humildad.
Por la humildad La Virgen María fue coronada como Reina del Cielo, creada y elegida Madre de Dios. Por la humildad todo un Dios, se abajo a ser hombre venciendo en la cruz al maligno, quien, por el orgullo y soberbia, fue arrojado al infierno. Esto lo sabe muy bien el demonio, y tienta constantemente al hombre por medio de la soberbia y orgullo, para que se pierdan almas destinadas al Cielo.
Así que, hermano querido, acércate a la Cruz estos días y carga la tuya pequeña, para que alivies a quien no solo cargo una Cruz si no todas las de los seres humanos del mundo, aquel que con este sacrificio, abrió las puertas del Cielo, aquellas que desde la creación estaban cerradas “a cal y canto”.
Pero retomemos el relato, ahora estamos otra vez en casa de Lázaro. Dejemos que los hechos hablen…